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“Se trata de quien llegó, y nunca se fue”

  • Foto del escritor: enfocadosadolescen
    enfocadosadolescen
  • 14 oct 2021
  • 3 Min. de lectura

Quiero que te imagines alguna situación en la que quisiste hacer algo solo, pero tuviste que pedir ayuda, como por ejemplo en algún trabajo que tuviste que hacer, o alguna actividad del colegio o facultad, o alguna vez cocinando cuando eras más chico… (o no tanto) 😉


Te invito a que busques y leas el pasaje de Lucas 5: 17-26


En esta historia tenemos, por un lado, al paralítico, una persona necesitada de curación e incapaz por sus propios me­dios de acercarse a Jesús.

Al contrario de lo que suce­de en muchos de nuestros países, no existía ningún sistema de seguridad social que ofreciera beneficios a este tipo de gente. Estamos ante una persona que casi todo el tiempo era dependiente de los demás.


Por otro lado, nos encontramos con los amigos de este hombre. Sin duda, se trata de buenos compañeros, personas que mues­tran una preocupación genuina por la situación de su amigo. Gente que está dispuesta a superar todos los obstáculos que se encuentran frente a ellos en su deseo de que aquel hombre pueda ser bendecido y sanado por Jesús.


Estos amigos intentaban acceder a la presencia de Jesús con el propósito de que el Maestro pu­diera encontrarse con su amigo y sanarlo. Sin embargo, se encontraron con la dificultad de que la multitud reunida lo hacía prácticamente imposible.


Lejos de desanimarse ante la situación, los amigos decidieron poner en marcha un plan B. Subieron hasta el techo de la y, literalmente, desmon­taron el techo quitando suficiente número de tejas para hacer posible el acceso de su amigo hasta la presencia de Jesús.

Aquellos hombres que llevaron al paralítico ante la presencia de Jesús eran hombres que tenían una gran fe; el mismo Jesús dio cuenta de eso. Esos amigos de­mostraron tener una confianza plena en la capacidad de Jesús para producir un cambio, una sanidad, en la vida de una perso­na a la que querían.


En este encuentro podemos identificarnos con el paralítico, con los amigos de éste o puede que en nuestra experiencia personal ambas situaciones se estén dando simultáneamente.

  • Podemos ser los amigos. Es muy posible que exista a nuestro alrededor gente que nunca podrá llegar hasta Jesús para ser restaurada a menos que haya alguien que la acerque, alguien dispuesto a superar obstáculos físicos, emocionales, sociales, políticos, económicos y personales para ayudar a otros a encon­trarse con Jesús. Puede ser que nosotros seamos esas personas que tienen la responsabilidad de mostrar compasión y amor hacia ellos y hacer el esfuerzo por acercarlos a Jesús, aun­que eso suponga pagar algún precio.

  • Podemos ser el paralítico. Puede que nos encontremos en una situación en la que seamos nosotros quienes necesitamos ser llevados ante la presencia de Jesús para ser transformados. Quizá existen áreas de nuestra vida en las cuales no tenemos la capaci­dad de seguir adelante; perdimos la esperanza y la confian­za en que la situación pueda cambiar. Estamos dramáticamente necesitados de alguien que nos lleve y rompa el techo por nosotros.

  • Podemos ser ambos. Existen áreas en las que necesitamos ayuda de buenos amigos, que estén dispuestos a echarnos una mano para superar los obstáculos que nos impiden llegar hasta Je­sús. Pero, al mismo tiempo, podemos ser de ayuda también para otros que están en situaciones más precarias que nosotros mismos y para los cuales podemos ser un estímulo y una gran bendición a pesar de nuestra necesidad. Hay una expresión para esto, se llama el sanador herido, aquel que acompaña a otros desde su propia necesidad y vulnerabilidad.

Y por último te dejo algunas preguntas para que te puedas hacer y reflexionar sobre ellas:

¿Existen a tu alrededor personas que necesitan ser acercadas a Jesús? ¿Cómo puedes ayudarlas? ¿O, necesitas vos ser llevado a Jesús para que Él restaure áreas de tu vida y te otorgue sanidad? ¿Quién o quiénes son esos bue­nos amigos que pueden hacer el camino con vos hasta Jesús? 🤔




 
 
 

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